Mendoza, Argentina.
16 de diciembre de 1945.
“Cherè amie:
Iniciar una carta para usted es como comprender repentinamente que se
está al fin de un largo viaje y sentir la dulzura de volver a los antiguos
hábitos, a los afectos de siempre. Se viaja de muchas maneras, y aunque sea
un poco pedante hacer citas literarias, me acuerdo ahora de que Xavier de Mistre
no necesitó apartarse de su habitación para cumplir un largo itinerario y
darnos uno de los libros más encantadores de la literatura francesa. Yo vuelvo
ahora de un viaje que empezó en el mes de septiembre, en esta misma Mendoza, y
que me ha dejado muchas experiencias, no pocas amarguras y un poco más de vejez
en el alma. Durante todo ese tiempo –que trataré de resumirle dentro de un
instante- viví al margen de amigos y de toda correspondencia; apenas si algunas
líneas a casa pudieron llevarles noticias de mi situación y mis problemas. Todo
eso ha pasado ya, vivo tranquilamente y me dispongo a viajar a Buenos Aires
para pasar el Año Nuevo con los míos (ya que desgraciadamente deberé quedarme
en Mendoza para Navidad). Pero recién ahora comienzo a contestar tantas cartas
atrasadas, y a pedir perdón a los amigos que tal vez –pienso en usted- me lo
acordarán.”
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