Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

domingo, 29 de marzo de 2015

Carta de un Retorno

     "Alberto Gómez era un hombre de esos que la gente apoda “mayor”. Era cálido, alegre, sincero, trabajador. Matero por oficio, parecía que hubiese hecho un curso de cebador. Dos nietos, un perro, una mujer (fallecida). Jubilado, vivía en una casa en la parte alejada de “Colerito”, un pueblo apagado, hundido en la ausencia nefasta del domingo en familia y la torta mil hojas. El intendente era, como decía Alberto, “un corrupto auténtico”, bien apodado según él. Y el pueblo pegaba saltos y caídas en ese puente imaginario en el que se encontraba siempre, sin llegar al otro lado, pero sin caer en el precipicio eterno que conduce al monótono consuelo del ideológico nefasto y exclamativo.
     Don Gómez había sido soldado en el Ejército “Gral. Atuel” que participó en la “guerra de los 15 minutos”, librada en un campo de batalla que a los 15 minutos se inundó por las terribles lluvias de ese entonces, debiéndose suspender el enfrentamiento bélico, para luego resolverlo con mates y facturas. “Acá quedó el estigma de que somos cagones, y es así, lo somos”. El pueblo tiene diez manzanas, todas rojas, casas de techos bajos, jardines coloridos, olores surtidos, caballos, gallinas. Da placer caminarlo. Al fondo, el río “Morreli” hace ruido para que no nos olvidemos que está ahí, matando la silenciosa tarde de sábado. Morreli, no Borreli, como decía yo cuando era chico, y Don Gómez me retaba. Como se lo extraña al viejo.
     Al llegar a la plaza principal, los árboles limitan perfecto el límite de ella. Bancos gastados, tierra colorada, un dejavú constante, un retorno a mi infancia y adolescencia, esos sentimientos atípicos, originales, únicos. En el medio, la estatua de Gómez, con su sombrero y el mate al lado. “Aquí se rinde homenaje al único sobreviviente de la Guerra de los 15 minutos. Teniente General Alberto Gómez. QEPD. Febrero, 23, 1949”. Debajo, pegado con cinta, bien rústico, un cartel blanco, escrito a mano (buena traza), invitando a “Niños y niñas de 9 años en adelante” a aprender a nadar. Abajo, un teléfono, y más abajo, “Escuela de natación Alberto Gómez”. Ahí recordé lo importante que es saber nadar.
     Me alejé de la plaza con temor, es difícil soltarle la mano al pasado, más si te hizo tan feliz. Pero, era necesario. Crucé la avenida, directo a una especie de “Café”. Al ingresar, previo ruidito agudo de puerta que desconoce lo que es la grasa, soñé despierto, a Gómez vivo, y a mi infancia allí. La mesa estaba limpia, el mozo revisó su bolsillo mientras yo susurraba mi pedido. Que maravilla el olor a memoria. Uno siempre recuerda, la mente vive de lo vivido, le es más fácil que crear. Aunque, las ilusiones son las que nos mantienen vivos. Por eso yo estoy así, por recordar lo que ya no será. Los abuelos, el colegio, los amigos. La vida es una constante sucesión de hechos que van, y no vienen. Es imposible no querer volver para atrás. La torta mil hojas. La plaza. Los caballos. Se te dibuja una sonrisa con solo pensar un poco en lo que viviste de niño."

Gómez, Mateo.

Febrero, 23, 1979.

martes, 24 de marzo de 2015

Esperando

     Muchas veces, al encender el fuego de la mañana, soborné al destino y me quité años con solo saborear el rocío. El campo tiene esa magia de paz y hermosura que a uno le aplaude la sonrisa. Es temprano, siempre es temprano. El diario no llega, hay que ir a buscarlo a la ciudad. Pero hoy es domingo, no tengo ganas de ir hasta allá. No, hoy es martes, es feriado, asique, no te levantes. Ese calor de la cama, la sábana en el cuello, el frío en la punta de los pies. El olor a café, a leche, a tostadas. Nublado. Viento. Falta que en la radio anuncien "no pierda el tiempo, no salga de la cama." Pensás "¿Qué tenía que hacer?", y la respuesta llega sola; nada. Es el orgasmo autónomo e inconsciente, el administrar la felicidad para el resto del día, porque es difícil no querer abrazar a todos después de semejante sesión de spa.
     Un poco de azúcar, aunque podes evitarla. El mate siempre acompaña, es como el perro del ciego, el boleto del colectivo, el abrazo del llanto. Quiero escribir, pero el cerebro, me dice que no. Que me siente y espere, ¿Espere a quién? ¿A qué?. Uno es ansioso por naturaleza, el humano es el único ser que quiere ver una película sabiendo el final para no prestar atención innecesariamente. Eso repercute en nuestras relaciones: todos quieren saber que le pasa al otro. Que piensa. Que siente. ¿Y el suspenso? ¿Todas tienen que ser comedias románticas desde el principio? ¿A quién le atrae una película así? No lloras, no sufrís, eso no es divertido. Bueno, así somos. Criticamos lo que nos gusta. Nunca alcanza.
     Verse al espejo es un abrazo, es un silencio, es un tipo de texto escrito debajo de la estatua de la plaza principal. Es un pueblo todo esto, no hay nadie. Te das vuelta y el vecino te está cantando un tango, sin importarle. Te escuchas a vos mismo solamente en los lugares vacíos, el eco es increíblemente extenso, casi como el texto que no escribí, porque como te dije antes, el cerebro me dice que no escriba, de lo contrario, te hubiese escrito una carta, con un poema robado, que me adjudicaría el título, para que, de una vez por todas, comprendas que el mate es amargo y no dulce, la dulzura quizás seas vos. Demasiado cursi, voy a borrar esto de mi mente, puede que se me escape algún día, y vaya a saber uno qué tipo de catástrofe generaría eso. Mientras tanto, me voy a sentar a esperar, a alguien o algo no se. Siempre es mejor esperar.

lunes, 23 de marzo de 2015

Fragmento de "Manuscrito hallado en un bolsillo"

En el cuento "Manuscrito hallado en un bolsillo", que forma parte de Octaedro, Cortazar relata la visión de la gente al viajar en el metro parisino.

Cito: "...con los ojos perdidos en el hastío de ese interregno en el que todo el mundo parece consultar una zona de visión que no es la circundante, salvo los niños que miran fijo y de lleno en las cosas hasta el día en que les enseñan a situarse también en los intersticios, a mirar sin ver con esa ignorancia civil de toda apariencia vecina, de todo contacto sensible, cada uno instalado en su burbuja, alineado entre paréntesis, cuidando la vigencia del mínimo aire libre entre rodilla y codos ajenos." 

Julio Cortazar. "Octaedro"
25 de noviembre de 1974.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Fragmentos De Un Evangelio Apócrifo. J. L. B.

Fragmentos De Un Evangelio Apócrifo

"Elogio de la Sombra"
1969
J. L. B.

3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra.
4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto.
5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria.
6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero.
7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.
8. Feliz el que perdona, a los otros y el que se perdona a sí mismo.
9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia.
10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable.
11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio.
12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.
13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano.
14. Nadie es la sal de la tierra; nadie, en algún momento de su vida, no lo es.
15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.
16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron.
17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa. 
18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos.
19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz.
20. Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo, o imposible, fijar la frontera que los divide.
24. No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces.
25. No jures, porque todo juramento es un énfasis.
26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor.
27. Yo no hablo de venganzas ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón.
28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres.
29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad.
30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio.
31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error.
32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida.
33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.
34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar.
39. La puerta es la que elige, no el hombre.
40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.
41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena.
47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia.
48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas.
49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días.
50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor.
51. Felices los felices.