Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

lunes, 3 de noviembre de 2014

Diario de un Esquizofrénico: "Eterna caminata del último sincero"

     Una vez me encendí el último cigarrillo del día a las 5 de la mañana. Era temprano entre tantas dudas. Me caminé el recorrido ideal desde mi cama al baño, sin distraer el viaje con el viento del norte o el frío del sur. Soñé durmiendo sobre espacios dispuestos en mi mente. Me encerré en razonamientos ilógicos que intentaban demostrar las cosas que hoy en día ni siquiera analizo, porque mientras más se analiza, más se enreda. Mientras más se piensa, más se equivoca, el humano debería vivir del sí y del no, no del porqué. Pero, eso es difícil, la caminata seguía, y yo no debía pensar en nada más que llegar al baño y matar al freno de mi eterno sueño.
     Al día siguiente comprendí que nunca había sido feliz. Me vi en un futuro poco inmediato, saboreando los barrotes de una cárcel, creando amistades con la muerte, para que no me llevara sin antes poder abrazar a una mujer y sentir que con mi abrazo, ella cree en el amor. Sentí impulso de cantar, de crear cosas inhumanas que hoy completaran mi vida. Pensé, entre los llantos de los acompañantes del cortejo fúnebre que entraba al cementerio, que ayer era el único que nunca había sido indispensable para nadie. Y, a pesar de pensar sin entender lo que la cabeza me decía, me aplaudí a mí mismo, ignorante del sentimiento ajeno a la culpa automatizada por intentar hacer lo que uno creía correcto.
       Ahora que dejé de trabajar, consecuencia de mi desempeño agotador, me siento más libre. Viviré eternamente de mis 3 jubilaciones, con mis nietos, mis hijos, mis perros y mis canarios, acá y allá, en el campo y en la ciudad. Algo en mí, me decía que todo esto era falso, que era producto de mi imaginación entorpecida. Pero ignoré ese “algo”, y seguí caminando al baño, a pesar de que las piernas ya estaban cansadas, y que el frío realmente me estaba atormentando. Estaba mal esto; me estaba distrayendo.
     Al final, me senté en el sillón, a esperar la llegada de lo más hermoso. La señorita descendió sigilosamente por la escalera, como si una especie de silencio la trajera desde el más allá, tan hermosa que encandilaba. Tan linda era, que mi mente no hizo más que imaginarla conmigo el resto de mi vida, y mi corazón, estúpido de sorpresa, latía tanto que si lo quería conocer, lo escucharía en la nada. La tomé de la mano, y la llevé al baile del colegio, fines del año 72, diciembre, calor. Subimos al auto, y ahí llegué al baño, y entendí que los barrotes si eran producto de mi imaginación. Pero el resto, no. El resto era tan real como la carta que te envié, declarándote mi amor, sabiendo que más que una alegría, haberte conocido había sido una de esas cosas que la gente define como lo único que le puede robar una sonrisa cunado la angustia supera cualquier barrera que uno intente interponer entre ser feliz, y caer en un pozo eterno de depresión, que solo se sale por donde se entró, como cualquier pozo. Perdón si te sorprende esto, pero a mí me fascina sorprenderte. Voy a dejar los zapatos para que el sol los seque. 


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