El paisaje
sobre mis espaldas se relame con mi huida. Es un festejo apagado, simple. El lector
se dedica a sacar conclusiones sin tener una lapicera para plasmar las ideas. Y
mi boca que tiembla al decir tu nombre. El violento remate que pega en el palo,
y sale para afuera sin tocar el piso más de seis veces. El relator que cree que lo que vio es lo más cercano a un beso. Y yo que me quedo ciego de palabras
y sordo de pensamientos. Y mi vida, una pantalla gigante de las que no se
compran. Y mis ganas de aprender a bailar tango, que las guardé junto a las de
ser feliz. Y mira que tango te lo bailo hasta lesionado.
Una vez
hace muy poco, una mujer me tomó del brazo y me pidió que la lleve al altar. Encantado,
planché mi peor traje y me dirigí hacia la iglesia. Al llegar, había más
sonrisas que en un show de dentífricos. Volaban ganas de amarse en el aire. Y el
perfume, me hacía acordar a alguien. Dejé el auto lejos para que nadie me viese
irme, y caminé sin prisa por la calle, recordando la soledad de mi pueblo. A lo
lejos vi al novio, y pensé, “que estúpido”. ¿Él? No, yo. Como iba a ser el
estúpido él, si el que caminaba con su sombra era yo. Como iba a ser el
estúpido él, si el que se levantaba y se acostaba con espacio de sobra era el
que escribe esto. De pronto, creo que me enojé. Algo me molestó. Me mordí el labio y enfilé para saludarlo. Luego encendí un
cigarrillo, acompañé a la novia, y me hundí en mi sillón.
Era la
tercer cerveza de la semana, todas en una misma semana. Vomitaba ganas de tomar
el teléfono y reincidir en la insistencia. Pero por suerte, no tenía batería. O
quizás si… Mejor no. La vida siempre da
revancha, es todo un boomerang. El tema es que ese boomerang no siempre vuelve.
Y lo peor es cuando vuelve pero no lo ves. Y yo no lo vi, por eso ahora estoy
charlando con la televisión, insultando canales de chimentos y prendiendo otro
cigarrillo. No lo vi, o no lo quise ver, o me taparon los ojos. No se puede hacer leña del árbol caído.
Y como
mis historias, esto no conduce a nada. Queda en vos encontrar un sentido. Eso es
lo lindo de leer algo sin un título, no condiciona lo que vayas a pensar. Solo quiero
concluir diciendo algo que en algún momento vas a leer. Un guiño del pasado es
lo que te salva. Es lo que, cuando te vas a caer de la bici, te empuja o te
agarra. ¿Se entendió? Mira que la vida no es una bici eh.