Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

jueves, 17 de noviembre de 2016

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     El carruaje inicia el recorrido con oleaje fuerte. Cruza el primero de tantos puentes, y enfila hacia el norte. Pasa un campo verde, inundado de gente y autos. Cruza el segundo, de los tantos puentes, con el sol que le da un beso a su oreja. Se cae el día. Bordea el hogar de enfermos, la población lo espera ansioso, el fresco del otoño se hace sentir, aunque lo tolero con ganas. Me siento muy feliz, comprendiendo que lo que se quiere, se puede; es falsa la teoría opuesta. Pasa un segundo campo, el cual está lleno de hojas que decoran los juegos y los bancos. El olor a comida se aparece, nunca vi el carro tan lleno. Se hace difícil escribir, deberé pasarlo en limpio. La ruta siempre es hacia arriba. Una pared amarilla se aparece casi sin querer, en una esquina ideal para mates. Los atardeceres son momentos maravillosos. El sueño me sopla un poco los ojos. El amor se desdibujó en un proyecto descreído e impuesto por encima del anonimato, destruyendo el intento de la sorpresa. El carro se detiene, los cruces son peligrosos. Se mueve con velocidad en un túnel, se escucha el ferrocarril por encima del mismo, justificando su presencia. Se sigue muriendo el día, los niños piden galletitas a su madre, mientras Robert Plant me habla al oído. Pasamos una segunda vía de tren, aquí la gente baja en cantidad. Pasan carros en dirección opuesta mientras nos volvemos a frenar, a razón de otro cruce. Me resuena el ayer, pero el mañana es mejor. Es cada vez más difícil escribir, el camino de tierra es inestable. Bar abierto, gente agolpada alrededor de una radio, el mundo se muere por el deporte. La pared del cementerio se asoma. Me asusta el hecho de los fantasmas, creo en los espíritus, en la serenidad de la tumba y en el ayer. Su entrada, cerrada, esconde misterios apagados en vida, pero vivos en la inconciencia de todos. La muerte es un mundo ajeno al razonamiento del vivo. Siempre creí que el pensar en ella me sería indiferente, pero me equivoqué, me atrapa y me pide respeto, el cual se lo doy. El día comienza a dar suspiros, el carro sigue lleno, vuelven todos de visita, como quien les habla. Un poco de bostezo, el cielo se pone plateado o negro, son similares a ésta hora. Aquí las casas son más bajas, me hace acordar a Borges, “Los mismos callejones de tierra, los mismos huecos, las mismas casas bajas, como para que un hombre a caballo cobre más importancia”. El carruaje dobla y dobla, yo no sé cómo el chofer no se pierde en éste recorrido. Se ve un boulevard que hace a 2 aguas la calle, a lo lejos veo a dos mujeres conversando con serenidad, parece que debatieran temas vitales, sumamente importantes. Aunque, el concepto de importancia es bien subjetivo, lo cual se refleja en la cara de una y de la otra, y también en que son las 6 y 33 de la tarde un domingo maravilloso en el que pienso en todo menos en mí. Las luces de kerosene anuncian la muerte del día. Su sepultura será en el aire, que es infinito y eterno, sinónimo de que nunca morirá. Nuevamente, el carro se detiene, desconozco el motivo. Creo suponer que más gente se unirá al viaje. Nuevamente un bostezo, me gustaría caminar sobre mi pasado y rehacer lo que hice mal. Pero no se puede, y uno no puede forzar lo que no se dio. Aunque uno mucho quiera, lo que nunca fue, nunca será, el camino suele tener flechas para no perderse. No se puede ir en contra del destino, si es que uno confía en que hay uno. El viaje aun es joven, el frío se hace sentir, aunque, es suave. Vomito un sentimiento, y me cambio de vereda, para no oír absurdos. Nunca comprenderé porque éste carro en particular da tantas vueltas para llegar. Parece increíble que aún falte, pero sigo aquí, viendo como la luna se hace cargo del cielo. Un perfume se encarga de cambiar los olores, es el perfume de mujer que atrapa sin siquiera mirar a los ojos. Me aburre el día, 6:46 de la tarde. Armónicas, botas, perfume, y el mañana rutinario que te envuelve y te quema la razón, y el ardor. El carruaje se inundó de golpe, como si todos fueran invitados al funeral del que ya se fue. Debo admitir que ya estoy perdido, que no se reconozco donde me encuentro. Eso es consecuencia del paseo confuso y de mi atención enfocada aquí, en el papel, plasmando el relato actual de un viaje con un destino oculto, solo real ante mis ojos y mis silencios vacíos. El carruaje pasa por un camino cuadrado, de misterioso aspecto circular, partido, con árboles y pasto, mezclando el verde con el cemento. Se hace más de noche, el reloj marca las 7. Otro cruce, el carruaje deja paso, debe venir bien con el horario. De chico, admiraba éste transporte en particular, siempre pensaba si alguna vez lo tomaría. Creo que, de a poco, el sueño se va cumpliendo. Uno a veces se castiga en exceso, pero aquí son situaciones en las que debería disfrutar, debería entender que todo llega, menos éste carruaje. Nuevamente, me encuentro perdido, entre tanto que pasó, lo absurdo es el ignorante que aplaude al “mente vacía”. Comienza a vaciarse, me siento solo, debe estar llegando a destino. Espero que no. Un gran campo aparece a la derecha. Arboles antiguos, de los que resisten el viento y los años, y algún que otro ataque del mundo en particular. Es un eterno boomerang el pensar en cada sitio como la última vez que asistiremos, el mundo sabe que eso es una farsa. Como éste texto. Como éste viaje luego de ese parque, el carro pasa otro puesto. 7 y 10. Las lloronas despiden el día. Cada vez más frío, me quedé corto con el abrigo. Cada tanto en el camino, aparecen lugares para que el caballo descanse. Debe hacer casi 2 horas que escribo. El viaje es eterno, lo eh entendido. Pero a diferencia de muchos que he hecho, es tolerable, o quizás no. Sin embargo, lo disfruto. Algo en mi me susurra eso de que lo debo disfrutar, de que el esfuerzo valió y valdrá siempre la pena. Que sin sacrificio no hay éxito. El colectivo se vacía de golpe, creí que eso era el fin, pero no. Continua camino, toma otra diagonal. Parece otro mundo por momentos. Me tranquiliza saber que en algún momento llegaré.