Hermann Hesse
Escribir inspira. Abre puertas. Te da campos para cultivar la imaginación. Te hace pensar. Te llena de dudas, y muchas veces también de respuestas. Pero más importante, es leer.
Letras
"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.
"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.
"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón
"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.
"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho
"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles
"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco
domingo, 18 de octubre de 2015
El lobo estepario
"Conseguir tanta ventura sensual y amorosa como si fuera humanamente posible con las dotes que le habían sido dadas, con su figura singular, sus colores, su cabello, su voz, su piel y su temperamento, hallar y producir en el amante respuesta, comprensión, y contrajuego animado y embriagador a todas sus facultades, a la flexibilidad de sus lineas, al delicadísimo modelado de su cuerpo, era lo que constituía su arte y su cometido."
domingo, 11 de octubre de 2015
Diario de un Esquizofrénico: "Octaedro"
Sonrió,
y al instante recordó que cada sonrisa se paga en vida. Se acalambró el
silencio de tanto callar. Un poco de café le ayudaría, gracias. El diario
estaba a trasmano, las noticias te sacan ese pago extra. Vomitó sobre el
recuerdo de lo que le pasó sin ignorancia, con plena conciencia de que su amor
eterno estaba en algún lugar. Calmó su ansiedad con el tercer cigarrillo del
mundo. Se creía reina en un castillo sin límites, fosa sin cocodrilos, puente
de papel. Brindó con el aire para matar la ausencia, y pensó en ti cuando
debería pensar en él. No quería entender, pero pidió un diccionario, el cual no
había. Ahora la duda era gigante, o tal vez, era tan simple que el mismo
enrosque le ponía piedras. Se miró al espejo, que le devolvió una pizarra para
escribir todos los sueños que alguna vez vendió para comprar sonrisas de ceniza.
Se quebró el aire, la ideología natal era una quimera acústica. A los botes
diría el marinero. Le pesa la vida pero ella, pasa las hojas del libro como si
fueran hojas de un árbol caído sobre el camino. Mira de reojo el pasado, que le
susurra en la nuca lo que nunca hizo y nunca hará. Sabe bien que lo mejor es
siempre hacer, de modo de evitar el arrepentimiento. Y ante la duda, asentir,
para evitar citar a Gabo: “Contéstale que sí. Aunque te estés muriendo de
miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir
toda la vida si le contestas que no.”
Cuando camina,
parece esquivar el viento, el aire le roza la clavícula sin sobornar ese pelo
que cae como cuenta gotas sobre los hombros. Aprieta los puños, la psicología
diría que el nerviosismo toma cartas en el asunto, pero simplemente quiere
relajar los músculos, que, contradictoriamente, están tensos. Sigue caminando
por las sombras de los fantasmas del mañana. Una vez más, se cree monarca, se
cree aquí y allá la dueña del todo, pero solamente es dueña del mismo
sentimiento de duda que tienen todos. Se sienta en el banco de la plaza y
admira como la tranquilidad es el centro de todos los ojos. Pide un mate,
volviendo al ayer, camino al mañana. Pásame un poco de yerba, quedó en el
bolso. Octaedro, La ciudad y los perros, La invención de Morel. ¿Qué leemos
primero, Horacio? Que irresponsabilidad no saber qué hacer. Permítame señorita,
el agua está demasiado caliente. Un sombrero no vendría nada mal. Guardare
indietro. Me refiero al mismo teclado de piano de cola cuando digo que un
abrazo es falso cuando no se cierran los ojos. Siéntese aquí y escuche la
música.
Se acercó
al mostrador del bar, y se pidió un whisky doble sin hielo. Al lado había un
libro sin dueño, del cual tomó una cita “Dichosos los que saben que el
sufrimiento no es una corona de gloria”. Cuando iba a incursionarse en la
lectura, llegó la bebida. Casi de un saque introdujo el elixir en su organismo.
Miraba el horizonte que se proclamaba a través de la ventana del bar que daba
al mar, decorado al fondo con un barco blanco sin vela, y algo de arena. Decidió
salir y aspirar el día nublado, frío, sombrío, apagado. El viento soplaba del
sur, la gente se movía vestida de vestimentas largas. El viento le fumaba hasta
la colilla. Se sacó los zapatos y se arremangó el pantalón para ingresar a la
playa. Iba esquivando las piedras traicioneras que se ponen entre la arena
escondidas. A medida que saboreaba la sal con mayor ímpetu, recordó su vida y
entendió que para vivir a veces es necesario haber vivido mucho y de muchas
formas. Entendió que un aplauso de pie no vale mucho más que la palmada en el
hombro. Y dejó de pensar, porque llegó al agua, que estaba fría. “Nunca viví
tanto”, meditó. El problema es saber medir ese tanto.
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