Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

lunes, 31 de marzo de 2014

La casa de Asterión. J. L. Borges.

Otra maravilla del maestro...    


     Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

     El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro porque las noches y los días son largos.

     Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o ahora desembocamos en otro patio o bien decía yo que te gustaría la canaleta o ahora verás una cisterna que se llenó de arena o ya veras cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

     No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce (son infinitos) los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce (son infinitos) los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

     Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que, alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?

El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.


sábado, 8 de marzo de 2014

Donna

     Mujer, que si pudiera, te haría eterna, y te aferraría a mis pasos. Y si me dejaran, dejaría de verte para poder soñarte. Mujer, usted ante todo, me llena el alma, nutre el silencio, apaga la ansiedad. Usted me genera una felicidad, de esas que a uno le saca sonrisas, el mínimo dolor de panza. Cuando la miro yo, no puedo disimular el estar tan feliz, no se donde poner semejante sonrisa.
     Mujer, que si pudiera, me anotaría en tu destino, para que nunca dejemos de coincidir, aunque eso fuera, forzar la coincidencia. Y si pudiera también, te haría un montón de mimos, te sacaría un montón de malos momentos, te aplaudiría en el desayuno y te llevaría en mis brazos en la cena. Mujer, que lindo es verla celosa, eso demuestra que me quiere, que le importa conservarme. Sea celosa mujer, pero con cuidado. Mujer, usted logra todo en mi. Desde el llanto, hasta la huida, de mis caminos errados, de mi pasado que me condena. Del ayer y del hoy.
     Mujer, así de linda, entre las ganas de agarrarte, y no soltarte, y la de mirar este vestido negro, maravilloso, que no logra marcar el helado ni los caramelos. Así de hermosa, la sonrisa, el pelo que besa tus hombros que, sin dudarlo, son donde quiero oler el perfume de tu cuerpo. Mujer, el color que mejor te sienta es el que más te gusta, porque es el que más te ilumina la cara, la cual se ilumina cuando uno desborda de felicidad. Mujer, no use anteojos, esos ojos desaparecerían, y cuando te rías, no se vería el lado oriental.
     Mujer, que lindo es poder verla, a la cara. Y cada tanto, cuando se aleja, apreciar esa figura, que a uno le quita el aliento sin quitarle la conciencia. Mujer, que lindo es conocerla enamorada, más si se enamora del que le habla. Mujer, gracias por estar siempre, como mujer, y como amiga, y como madre, y como hermana, y como prima, y como todos los sustantivos femeninos. Mujer, bella, bella, amorosa, inteligente, valiente, tierna seductora multifacética trabajadora luchadora soñadora intuitiva ardiente celosa solidaria bondadosa dulce poderosa amante vengativa.
     Mujer, diosa, debate, "pricipessa". Mis oídos son el depósito de tu voz, ahora que no te puedo ver, pero si recordarte. Usted es quizás, sin dudarlo, no estoy seguro, lo más hermoso con lo que uno tuvo el placer de cruzarse en la vida. Mujer, acá te estoy mirando, y te recuerdo, que si mañana me equivoco, es porque hoy no me animé a decirte, lo que ayer pensaba sin parar. Mujer, usted, dese la vuelta y muestre esa espontaneidad que la caracteriza. Defiéndase, sea la única en robarme algo más que una sonrisa. Mujer, que maravilla, venga a tomarse unas copas, valore a los que la queremos, sin importar sus defectos. Mujer, usted es sin duda, lo que yo considero único, nada podría ser parecido a lo que genera su presencia en mi vida. Mujer, sepa entender, si alguna vez tropiezo, uno es humano, y el amor lo vuelve muy idiota. Mujer, sea sincera, estas palabras son difíciles de expresar, disfrútelas, son suyas.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Está para vivir contando nubes

(Autos, bocinas, silencio. La noche que cae partiéndome la cabeza.)

     "Cuando la certeza de vivencia de un mañana tan incompleto era un cuadro en mi pared de hierro, me decidí a levantarme del ayer. Caminé, bordeando el precipicio que conducía a mi propia muerte y, tal vez, a la vuelta de mi vida. Soplé el resto de mina del lápiz que me robé del queridísimo galpón en la calle Olleros, y subí a la bicicleta, para pedalear contra los pensamientos erróneos con los que, por demasiados años, supe convivir. Mi mujer, que aún no existía, me esperaba sentada en la vereda de mi casa, para contarme las buenas malas, que consistían en que no había malas, pero tampoco, alegrías. Pero como sabía que esto iba a terminar en el fracaso, en el exilio, en el beso olvidado, me fui para otro lado.
     Me senté en un bar a mirar para el techo y escribir. Siempre soñé con entrar a un bar, y sin chistar, decir "lo de siempre", como confirmando el hecho de que la rutina ahí, era parte de mi plan. Pero nunca me pasó, cada día me sentía más desconocido de mi Barrio, que no era uno, sino varios. El cigarrillo apuntaba a la ventana, para eliminar compañía sin consistencia, y el diario se me acercó solo a pedirme que lo lea. El mozo que iba y venía y me traía agua, café, leche, medialunas, tostadas. Y yo escribiendo, casi sacándome los ojos para entender lo que mi cerebro traducía como pensamientos. ¿Qué estás escribiendo tarado? pensé, mientras cortaba un pedazo de torta (la cual no recordaba haber pedido). Y seguía ahí, dandole al papel, tachando pensamientos, escribiendo, y ahí me acordé, de que una vez que me desperté, no quise volver a dormirme. El sueño había sido indiferente en mi cabeza revolucionada. Miré la hora y era temprano para tarde. No quise vestirme, preferí seguir acostado abrazando tu cintura, respirar tu pelo y sentir tu perfume. El sueño que iba y venía, y yo que pensaba en un montón de sonrisas que a la distancia se esfumaban. Y vos ahí, hermosa y perfecta entre las imperfecciones de la vida. caliente y suave, y un poco de ayer en tus oídos. El mate en tu mano caída y la pava ya fría, a años luz de degustar un amargo. Y el teatro del dormir que seguía firme, récord de taquilla. Un poco más de abrazarte y sentirte. Me acordé también de mi infancia, olvidada entre los estantes de mis libros de vivencias. Escondida entre mis sonrisas mas profundas y mis creencias in fundamentadas.
     Y cuando ya la sonrisa era proporcional a las ganas, me desperté de mi sueño, de aparecer a tu lado, y en vez de eso, desperté abriendo puertas para poderte encontrar. Y otra vez mi vida era un vacío. Ni el chocolate más rico o el beso mejor robado puede aplacar esta decepción."

(Silencio, noche, nubes, y nada de calor acá che)