Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

miércoles, 22 de enero de 2014

Historia no verídica I

     Creo firmemente en las ideas que salen de mi cabeza. Siempre pensé que lo que uno decide vale más que mil consejos, siempre y cuando, uno esté con la cordura que nos caracteriza. Entonces, pensé en que un avión puede volar sin motor, al igual que un pájaro, y sin embargo, no estaba loco. Era más bien, una idea, que tenía cierta verdad. Entre tanto, hojeaba un libro cerrado, que las hojas me explicaban como sonreír cuando la sonrisa se tomó el último tren al horizonte. Pero igual yo estaba bien, me acordaba de muchas cosas.
     En un fin de semana que no tenía más que matar el tiempo, conocí dos locos. Violentos de palabras, amables del corazón, me mostraban sus armas: una cuchara, una hoja, un lápiz, dos manzanas podridas, y una mujer, que no existía, pero que ellos insistian en que estaba ahi, escuchando mis pensamientos. "Marta, saludá a nuestro amigo, te va a curar la piel". Estos tipos, que no voy a decir el nombre, porque hasta eso carece de sentido, me mostraban además los motivos por los cuales no dejaban de caminar ni de sonreir. El desierto lleno de edificios y plantas (el Psiquiátrico ubicado en el punto más austral de la manzana), era una postal más de lo que ellos consideraban su casa. Los locos, o como quieran llamarlos ustedes, hablaban sin cesar, sobre violencia, sobre amor, y sobre como amar sin ser amados. Muy cursi. Y como son locos, justamente, hablan sin razonar, o, dicho de otra forma, razonando con algún grado de desorientación. Y entre sus vocablos al viento, se les escapaban grandes frases. El más alto de ellos, siempre sonriendo, me decía "Porque vos acá en el mundo, no haces nada, ¿entendes?. El mundo no necesita de vos, ni de nadie. Todos necesitamos del mundo, porque nos junta a todos, y nos abraza. El problema del humano es que no quiere abrazar, quiere que lo abracen. Pero, ¿Cómo es un abrazo de a uno? ¿Dónde viste que uno abrace a otra persona, y que se sienta feliz por no ser abrazado? No entienden nada." dijo. El otro, mientras tanto, cebaba mate, frío, sin gusto. "Cuidado que está caliente.", insistía, "Yo el otro día miraba a una señora con sombrero que me miraba y murmuraba cosas. Y yo pensaba, ¿qué le agarró para ponerse un sombrero tan ridículo?" En eso, yo lo interrumpí, y le pregunté si no le generaba algo el hecho de que la mujer lo mirara y murmurara, y me dijo "No, para nada. El que habla de vos a escondidas de uno es más triste de lo que puede llegar a decir de vos, porque no se anima a decírtelo en la cara. Yo podré haber estado preso, haber sido presidente, haber ganado un premio, pero nunca me sentí triste de mi mismo. Capaz es porque no conozco la tristeza." Seguía cebando. Mientras el primero que había hablado me miraba, me encendí un cigarrillo, de esos que ellos mismos dejan consumir hasta que la ceniza es larga como una moneda de 50 centavos peso argentino. Como era lógico, una multitud se me acercó a pedir, para lo cual, tuve que decir que era el último. Ahí por más que quieras, no podés explicar como conseguir sus propios cigarrillos. Con la segunda pitada, el primer internado me contó que una vez amó, pero que se dió cuenta, cuando la perdió. "Ese es el problema de la gente, el no hablar a tiempo, el pensar que querés a alguien cuando ya no está. Siempre el recuerdo duele más que el error, porque te acordás del error, es como que se suma. Una cosa, más la otra. Son dos cosas. Eso si lo se hacer bien, las matemáticas" dijo riéndose. A lo que el segundo internado interrumpió, y dijo "No es así, hay personas que no admiran la sinceridad, sino que te la echan en cara. Y así no vas a poder abrazar a nadie", y ahí volvimos, al abrazo sin nadie. Y el cigarrillo se iba, como otras cosas.
     Ya era de tarde, y el hospital terminaba su horario de visita. Yo me estaba cansando de escribir, pero estos tipos me dejaban más enseñanzas que un libro de historia. No había perdido el tiempo, ni lo había ganado. Lo había invertido. Eso también lo pensé. La gente habla de perder o ganar el tiempo, pero yo considero que lo invertimos. Todos tenemos nuestro lado economista. Invertís esta charla en sacar conclusiones, y si sabés aprovecharlas, en un futuro, te pueden regalar sonrisas. Eso es invertir, y sino, que venga Smith y lo refute, si se anima. O Keynes. O Fisher. O Nash. O Marx.
     Cuando los saludé, prometí no volver, y me pidieron que vuelva. Entonces, les dije que iba a volver la semana próxima. Uno me miró pálido, "La semana próxima es imposible, me voy de vacaciones". "Yo estoy yo estoy, venite y tomamos un café" me decía, mientras cebaba otro mate. A quien le creo, es la cuestión. Yo considero que a los dos. Al fin y al cabo, no es perder el tiempo.


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