Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

jueves, 11 de diciembre de 2014

Cien Años de Soledad - Gabriel García Marquez


Lo lindo de terminar un libro es darte cuenta lo excelente que fue leerlo, y lo eterno que es.
  • Era, pues, una ruta que no le interesaba, porque sólo podía conducirlo al pasado.
  • "Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra".
  • Pero el visitante advirtió su falsedad. Se sintió olvidado, no con el olvido remediable del corazón, sino con otro olvido más cruel e irrevocable que él conocía muy bien, porque era el olvido de la muerte.
  • Había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad.
  • Se había cansado de esperar al hombre que se quedó, a los hombres que se fueron, a los incontables hombres que erraron el camino de su casa confundidos por la incertidumbre de las barajas. En la espera se le había agrietado la piel, se le habían vaciado los senos, se le había apagado el rescoldo del corazón.
  • Pensaba en su gente sin sentimentalismos, en un severo ajuste de cuentas con la vida, empezando a comprender cuánto quería en realidad a las personas que más había odiado. 
  • No sintió miedo, ni nostalgia, sino una rabia intestinal ante la idea de que aquella muerte artificiosa no le permitiría conocer el final de tantas cosas que dejaba sin terminar.
  • Pero durante cuatro años él le reiteró su amor, y ella encontró siempre la manera de rechazarlo sin herirlo, porque aunque no conseguía quererlo ya no podía vivir sin él.
  • Pero en realidad, en los dos últimos años, él le había pagado sus cuotas finales a la vida, inclusive la del envejecimiento.
  • Hizo entonces un último esfuerzo para buscar en su corazón el sitio donde se le habían podrido los afectos, y no pudo encontrarlo.
  • ... y a las tres y cuarto de la tarde se disparó un tiro de pistola en el círculo de yodo que su médico personal le había pintado en el pecho. A esa hora, en Macondo, Úrsula destapó la olla de la leche en el fogón, extrañada de que se demorara tanto para hervir, y la encontró llena de gusanos. -¡Han matado a Aureliano!- exclamó.
  • El fracaso de la muerte le devolvió en pocas horas el prestigio perdido.
  • Taciturno, silencioso, insensible al nuevo soplo de vitalidad que estremecía la casa, el coronel Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
  • Se extravió por desfiladeros de niebla, por tiempos reservados al olvido, por laberintos de desilusión.
  • ... la soledad le había seleccionado los recuerdos, y había incinerado los entorpecedores montones de basura nostálgica que la vida había acumulado en su corazón, y había purificado, magnificado y eternizado los otros, los más amargos.
  • ... optaron por no volver al cine, considerando que ya tenían bastante con sus propias penas para llorar por fingidas desventuras de seres imaginarios.
  • Faltaba todavía una víctima para que los forasteros, y muchos de los antiguos habitantes de Macondo, dieran crédito a la leyenda de que Remedios Buendía no exhalaba un aliento de amor, sino un flujo mortal.
  • ... porque su propia experiencia empezaba a indicarle que una vejez alerta puede ser más atinada que las averiguaciones de barajas.
  • Sintió, en medio de las tinieblas, que lo arrojaban desde lo más alto de una torre hacia un precipicio sin fondo, y en un último fogonazo de lucidez se dio cuenta de que al término de aquella inacabable caída lo estaba esperando la muerte.
  • Vio los payasos haciendo maromas en la cola del desfile, y le vio otra vez la cara a su soledad miserable cuando todo acabó de pasar, y no quedó sino el luminoso espacio en la calle, y el aire lleno de hormigas voladoras, y unos cuantos curiosos asomados al precipicio de la incertidumbre.
  • ... porque Amaranta se había hecho a la idea de que se podía reparar una vida de mezquindad con un último favor al mundo, y pensó que ninguno era mejor que llevarles cartas a los muertos.
  • "Un minuto de reconciliación tiene más mérito que toda una vida de amistad."
  • "- Lo que me choca de ti - sonrió - es que siempre dices precisamente lo que no se debe."
  • ... la ansiedad del enamoramiento no encontraba reposo sino en la cama.
  • El ánimo de su corazón invencible la orientaba en las tinieblas.
  • Intrigado con ese enigma, escarbó tan profundamente en los sentimientos de ella, que buscando el interés encontró el amor, porque tratando de que ella lo quisiera terminó por quererla.
  • ... y se lamentaba de cuánta vida les había costado encontrar el paraíso de la soledad compartida.
  • ... y que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más destinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.
  • "El mundo habrá acabado de joderse - dijo entonces - el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga."
  • El primero de la estirpe está amarrado a un árbol, y al último se lo están comiendo las hormigas.
  • La incertidumbre del futuro les hizo volver el corazón hacia el pasado.
  • ... era incapaz de resistir sobre su alma el peso abrumador de tanto pasado.
  • FRASE FINAL: Sin embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
Por fortuna, Macondo no es un lugar, sino un estado de ánimo 
que le permite a uno ver lo que quiere ver y verlo como quiere.






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