[Ciegos. El aprendiz pensó "Estamos ciegos", y se sentó a escribir el Ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante. Después el aprendiz, como si intentara exorcizar a los monstruos engendrados por la ceguera de la razón, se puso a escribir la más simple de todas las historias: Una persona que busca a otra persona sólo porque ha comprendido que la vida no tiene nada más importante que pedir a un ser humano. El libro se llama Todos los nombres. No escritos, todos nuestros nombres están allí. Los nombres de los vivos y los nombres de los muertos.
Termino. La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, pensándolo bien, más voz que la voz que ellos tuvieron. Perdónenme si les pareció poco esto que para mí es todo."]
Fragmento del discurso de aceptación pronunciado por el gran escritor y novelista portugués.
"En una fotografía, Saramago, arrodillado en el suelo, pinta en papel la frase que llevaría su esposa cuando el Premio Nobel: “Miraré tu sombra si no puedo mirarte a ti”, dice María Magdalena, y Jesucristo responde: “Entonces yo estaré donde esté mi sombra, si allí va a estar tu mirada”, palabras escritas en El Evangelio según Jesucristo."
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