El
caminante cada día camina entre sus propias dudas. Paso a paso escapa de un
pasado que le carcome la mente en cada instante sin pensar. El caminante a la
mañana desayuna miles de mapas, que le indican cientos de caminos para llegar a
un punto mejor. Este caminante no usa ni brújula ni las estrellas. Solamente se
guía por lo que cree que está bien. El caminante vive de disyuntivas a cada
paso. Izquierda derecha, arriba abajo, para atrás nunca, siempre para adelante.
Cada disyuntiva le genera dudas, y cada duda, es un camino diferente. Sin
embargo, se las arregla para que, entre las dudas que le generan, siempre
elegir el camino que le lleve a buen puerto.
Algunos
días, el caminante se sorprende con la torpeza que lo rodea. Pero sin embargo,
lejos de ilusionarse, camina humildemente entre un mar de indiferencias.
Siempre que avanza, deja una estela, para saber que ese camino ya ha sido
recorrido, para saber que por ahí, no se puede volver atrás. Y él lo relaciona,
con errores del pasado, como si los errores fueran caminos que nunca debemos
volver a transitar. Entonces, entre las moralejas que siempre aplaude su
inconciente, descubre que “al volver al pasado, debemos fijarnos en donde
pisamos, para evitar volver a un punto desde el cual nos equivoquemos de camino”.
Otros
días, el caminante se enamora de cada planta que decora el camino. Entiende que
la naturaleza que lo rodea es producto de su sonrisa constante. Entonces, a
cada paso, despilfarra alegría, decora de felicidad la silueta del árbol más
alto y más viejo de su viaje. Y a pesar de que cada tanto, tropieza y cae sobre
sus propias fallas, el caminante se levanta y esquiva esas fallas, o a veces,
las intenta reparar, para que si volviese caminando para atrás, no se tropiece
con la misma piedra. Entonces, el caminante concluye que “nunca sonreír está de
más; los errores no son fracasos, y el caerse no significa rendirse. Rendirse
jamás”.
Algunas
noches, entre la oscuridad de su soledad absoluta, el caminante encuentra en la
distancia, luces que le indican por donde tiene que ir. Duda de cada una, y no
confía ni en su propia linterna, pero siempre debe elegir, ya que cada una
ocupa un camino. Algunas noches, elije la correcta, y al día siguiente se
despierta con más ganas de correr que de caminar, de saltar que de pararse, de
amar que de querer. Otras, se equivoca, y la luz se le apaga, oscureciendo sus
ideas, y opacando su futuro. Sin embargo, prende su linterna, una especie de
conciencia, que le indica que nada puede quitarle las ganas de ser feliz. Para
concluir su noche, el caminante se dice a si mismo “nada ni nadie puede
arrebatarte las ganas de sonreír frente a todo, las ganas de ilusionarte con un
futuro que te llene de alegría, las ganas de estar mejor”.
Para
ya concluir su viaje, el caminante cierra su bitácora con algunas ideas, con
algunos consejos para aquellos que quieran transitar su camino de ida. En su
memoria, él siempre remarca que “cada disyuntiva tiene una sola respuesta que
te lleve a la sonrisa, y una sola respuesta que remarque tu forma de pensar, y
ambas, a veces, pueden no ser las mismas. Es ahí en donde entra tu estado
emocional”. También, entre sus muchas palabras y mapas escritos con suspiros de
sus ilusiones, comenta que “al pasar los días, me fui dando cuenta que la vida
pasa al mismo tiempo que nosotros pasamos por sobre ella, imposibilitando que
realmente disfrutemos de lo que nos tiene que pasar. Debemos siempre, apartar
las urgencias, y esconder los problemas un rato en un cajón, para poder
entender que solo se vive lo que se vive una vez en una sola vida.”.
Así
el caminante, entre abrazos besos y caricias, se despide de sus aplausos sin
manos y de sus ojos sin mirada. Entiende que cada cosa debe ser influenciada
por su persona. Cada momento es reflejo de las ganas que tenemos de estar
mejor. Si el reflejo es una sonrisa, siempre estaremos felices. Si el reflejo
no tiene sonrisas, la felicidad estará ausente. Pero el problema es cuando no
existe un reflejo sincero; es ahí cuando nos engañamos a nosotros mismos. A
nuestra propia ilusión.
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