Letras

"Todo mañana es la pizarra donde te invento y dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa." Cortázar.

"Schopehnauer escribió que la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden es vivir, hojearlas, soñar." Borges.

"La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio". Cicerón

"La libertad está en ser dueños de la propia vida". Platón.

"Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer." Paulo Coelho

"En las adversidades sale a la luz la virtud." Aristóteles

"Lo que crece como resultado de la rudeza de los ignorantes no tiene efectos a no ser por casualidad". Umberto Eco

viernes, 13 de septiembre de 2013

El caminante.

            El caminante cada día camina entre sus propias dudas. Paso a paso escapa de un pasado que le carcome la mente en cada instante sin pensar. El caminante a la mañana desayuna miles de mapas, que le indican cientos de caminos para llegar a un punto mejor. Este caminante no usa ni brújula ni las estrellas. Solamente se guía por lo que cree que está bien. El caminante vive de disyuntivas a cada paso. Izquierda derecha, arriba abajo, para atrás nunca, siempre para adelante. Cada disyuntiva le genera dudas, y cada duda, es un camino diferente. Sin embargo, se las arregla para que, entre las dudas que le generan, siempre elegir el camino que le lleve a buen puerto.
            Algunos días, el caminante se sorprende con la torpeza que lo rodea. Pero sin embargo, lejos de ilusionarse, camina humildemente entre un mar de indiferencias. Siempre que avanza, deja una estela, para saber que ese camino ya ha sido recorrido, para saber que por ahí, no se puede volver atrás. Y él lo relaciona, con errores del pasado, como si los errores fueran caminos que nunca debemos volver a transitar. Entonces, entre las moralejas que siempre aplaude su inconciente, descubre que “al volver al pasado, debemos fijarnos en donde pisamos, para evitar volver a un punto desde el cual nos equivoquemos de camino”.
            Otros días, el caminante se enamora de cada planta que decora el camino. Entiende que la naturaleza que lo rodea es producto de su sonrisa constante. Entonces, a cada paso, despilfarra alegría, decora de felicidad la silueta del árbol más alto y más viejo de su viaje. Y a pesar de que cada tanto, tropieza y cae sobre sus propias fallas, el caminante se levanta y esquiva esas fallas, o a veces, las intenta reparar, para que si volviese caminando para atrás, no se tropiece con la misma piedra. Entonces, el caminante concluye que “nunca sonreír está de más; los errores no son fracasos, y el caerse no significa rendirse. Rendirse jamás”.
            Algunas noches, entre la oscuridad de su soledad absoluta, el caminante encuentra en la distancia, luces que le indican por donde tiene que ir. Duda de cada una, y no confía ni en su propia linterna, pero siempre debe elegir, ya que cada una ocupa un camino. Algunas noches, elije la correcta, y al día siguiente se despierta con más ganas de correr que de caminar, de saltar que de pararse, de amar que de querer. Otras, se equivoca, y la luz se le apaga, oscureciendo sus ideas, y opacando su futuro. Sin embargo, prende su linterna, una especie de conciencia, que le indica que nada puede quitarle las ganas de ser feliz. Para concluir su noche, el caminante se dice a si mismo “nada ni nadie puede arrebatarte las ganas de sonreír frente a todo, las ganas de ilusionarte con un futuro que te llene de alegría, las ganas de estar mejor”.
            Para ya concluir su viaje, el caminante cierra su bitácora con algunas ideas, con algunos consejos para aquellos que quieran transitar su camino de ida. En su memoria, él siempre remarca que “cada disyuntiva tiene una sola respuesta que te lleve a la sonrisa, y una sola respuesta que remarque tu forma de pensar, y ambas, a veces, pueden no ser las mismas. Es ahí en donde entra tu estado emocional”. También, entre sus muchas palabras y mapas escritos con suspiros de sus ilusiones, comenta que “al pasar los días, me fui dando cuenta que la vida pasa al mismo tiempo que nosotros pasamos por sobre ella, imposibilitando que realmente disfrutemos de lo que nos tiene que pasar. Debemos siempre, apartar las urgencias, y esconder los problemas un rato en un cajón, para poder entender que solo se vive lo que se vive una vez en una sola vida.”.

            Así el caminante, entre abrazos besos y caricias, se despide de sus aplausos sin manos y de sus ojos sin mirada. Entiende que cada cosa debe ser influenciada por su persona. Cada momento es reflejo de las ganas que tenemos de estar mejor. Si el reflejo es una sonrisa, siempre estaremos felices. Si el reflejo no tiene sonrisas, la felicidad estará ausente. Pero el problema es cuando no existe un reflejo sincero; es ahí cuando nos engañamos a nosotros mismos. A nuestra propia ilusión.


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